viernes, 26 de diciembre de 2008

Paloma Noel

Este año me tocó en el sorteo familiar la adorable tarea de encarnar a papá Noel. Y si bien hubiese deseado ponerme un modelito como el de la foto de Felicidades, la realidad es que me tuve que emponchar con el caluriento traje del gordo navideño y rellenarme con almohadones la panza, además de pegarme una barba plástica que me sacó un horrendo sarpullido. Peluquita blanca de Once, y un gorrito rojo bieeeen abrigadito y listo, camuflada mi femineidad!!!
Divino!!!!
Con los 35 grados del miércoles era como estar en un sauna portatil, pero todo sea por las sonrisas de los niños... ponele...
Era un grupito de 7 pibitos, las hijas de Rocio de 6 y 9, El Ruli que ya tiene 3, los hijos de una amiga de Rocio que tienen 8 y 10 y son un terremoto. Theo de 4 y mi Feli que tiene un añito.
Las hijas de Rocio, cada día mas cancheritas, no paraban de bailar las canciones de Casi ángeles, de practicar los hiperquinéticos pasitos de Floguer y de pintarrajearse con unos cosméticos retruchos que les regaló mi vieja, además de competir y pelearse por uno de los mocosos terremotos que les gustaba a ambas. De mas está decir que el pequeño le huía a las teen angels y ponía como escudo a su hermano menor para sacárselas de encima.
Habíamos terminado la cena las 11 y aún quedaba una hora para entretener a estos mini púberes antes de que llegara la esperada Navidad, pero como los tiempos cambiaron, rápidamente ellos perdían el interés por las estrellitas y bengalitas y había que inventarles lo que fuere para que no espiaran los regalos o a mí mutando a Santa.
LLegaron las 12, hice sonar una campanita detrás de la puerta y esbosé el famoso HO HO HO!!. Todos los niños corrieron y los mas grandes me hicieron pasar, Ruli me miraba asustado, Theo curioso y emocionado, la mas chiquita de las nenas dudaba entre creer o no creer, la grande me miraba directo a los ojos tratando de identificarme, y los monstruitos me acosaban levantándome el saco y golpeando mi panza de almohadón al grito de " ¡¡ESTA PANZA NO ES DE CARNE!!¡¡ADEMÁS TIENE TETAS!!VOS SOS UN SANTA RE TRUCHO!" los miré amenazante, puse la voz mas gruesa que pude y les dije: "PRIMERO QUE SOY PAPÁ NOEL PORQUE ESTAMOS EN ARGENTINA ¿OK? Y SEGUNDO SI NO ME DEJAN DE MOLESTAR ME VOY A IR Y ME LLEVO SUS JUEGOS DE PLASTATION 3"
Santo remedio y los maleducaditos se calmaron.
Felipe entró en pánico y me llamaba, pero no a papá Noel, llamaba a su madre. Que pena me daba verlo llorar así y muerta de calor y hastío tenía ganas de mandar todo a la mierda y volver a ponerme con mi vestidito veraniego y alzar a mi hijo, pero Theo y Ruli me miraban con tal emoción que no podía arruinarles la noche. y poco a poco fui repartiendo la infinidad de regalitos que todos les habían comprado. Sin embargo los otros sátrapas luego de recibir sus regalos volvieron a la carga" DALE VOS NO SOS NI SANTA NI PAPÁ NOEL, SOS UNA MAMÁ NOEL RE TRUCHA, ES VERDAD QUE TENES TETAS!¿DONDE DEJASTE EL TRINEO? ADEMÁS ESTE TRAJE ES RE FINITO, NO ES EL VERDADERO" y la hija de Rocio para cautivar a su enamorado se sumó al boicot. :"ADEMAS DONDE ESTÁ LA TÍA PALOMA? MIRA COMO LLORA FELI SANTA... VOS NO SOS EL VERDADERO, A VOS LOS NENES NO TE TIENEN MIEDO"
Y yo me moría de angustia al verlo llorar así y no poder decirle "Acá esta mamá!"
Me hartaron, si no querían un Papa Noel del sub desarrollo, algo travestido y sin trineo, no tendrían ninguno, nunca más. Cansada de la difamación me calenté y me saqué el disfraz ante todos sin tomar conciencia que estaba arruinando la ilusión de navidad. El único que sonrió fue mi hijo que no paraba de reírse a carcajadas El resto me miraba boquiabierto, los adultos con ganas de matarme mi hijo,la nena chiquita había terminado de despejar sus dudas y Theo y Ruli me miraron con una eterna decepción. Entonces quise arreglar lo inarreglable, explicándoles que Santa me había mandado de reemplazo porque el tenía que estar en muchos lados a la vez, pero ya no me creían nada, ya tenían su primer traumita para el diván. A partir de ahora y gracias a mi ira, sabrían que "Papá Noel no existe, porque Papá Noel son los papás"

domingo, 21 de diciembre de 2008

Felicidades

A los lectores y amigos:
Llegan las fiestas y si bien para muchos es un garrón para otros tantos es una buena oportunidad para decirles a los seres queridos cuan importantes son. Y está bueno aprovechar para dar y recibir muchos abrazos.

Diciembre es tiempo de balance, de evaluar los buenos momentos que pasamos en el año y los no tan buenos. De separar la paja del trigo, y quedarnos con lo bueno de cada uno. Es tiempo de mirarnos al espejo para hallar los errores y tratar de no repetirlos, de ser sinceros con nosotros mismos y pensar realmente si somos y hacemos lo que queremos y debemos. Pero no confundir deber con obligación, hablo de un deber ético, un deber en equilibrio con el orden del universo, de preguntarnos cuál es nuestra misión. De ser conscientes de lo que generamos en los demás y de evaluar como repercuten esas acciones en nuestra vida.

Se vienen años de conciencia, de demoler paradigmas y generar nuevos, de estar despiertos, atentos; de solidaridad, de amor con nuestros pares y dispares. Tiempo de cambio, de nuevos mensajes, solo es preciso estar alertas y dejar la paranoia de lado.

Mis deseos para este año nuevo es que todos recordemos y pensemos en estas palabras todos los días:

Paz, amor, alegría, gratitud, verdad, unión, conciencia, felicidad, bondad, amistad, tolerancia, creatividad, buena onda y benevolencia

Exiliemos el stress, erradiquemos la depresión y la soledad, saqueémosle la lengua a la mentira, hagámosle hombrito a la violencia, lero lero a la avaricia, al materialismo, y a todas esas cosas que ahora creemos que son buenas pero que a la larga se dejan en la tumba.

Me gustaría cada día pintemos un arco iris de colores sobre las nubes grises que insisten en entrar en nuestra cabeza. Quisiera repartirles rayos de sol y de luna, con brillos de estrellas y brisas de ensueño, chispitas de fuego, nubes rosadas del cielo y fertilidad de tierra madre.

Espero cultivar mi amistad con ustedes siempre y hacer crecer cada día este ida y vuelta de energía positiva.

En estas fiestas quiero brindar por ustedes,
por hacer posible mi sueño de escribir.

Gracias por estar del otro lado


Paloma y Julia

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Nota chick lit en Las 12


TENDENCIAS

La nueva educación sentimental

Mujeres independientes que se quiebran los domingos a la tarde por falta de caricias conyugales, compradoras compulsivas de objetos de diseño, hábiles estrategas en la búsqueda de novios que nunca llegan, amigas fieles y confidentes; ésa es la imagen que devuelve el espejo de los libros escritos por y para mujeres, un nicho casi bulímico que el mercado ha llamado chick lit y que genera tanto éxito como pronto olvido.

Por Natali Schejtman

Lo vemos, lo olemos, lo sentimos. El mercado ya no le habla a una ama de casa ni a una joven naïve que busca –y que declara buscar– a su príncipe azul. Las revistas, los programas de televisión y también los libros afilaron el target de la mujer consumidora y ahora vemos a una Nancy Dupláa interpretando a una abogada fálico-exitosa que grita no saber cocinar un pollo, o secciones de recetas semanales que trastrocaron los criterios de “necesidad”, “sencillez” y “practicidad” barnizándolos con pinceladas de placer y hedonismo. En tanto, las novelas rosas se volvieron fucsias estridentes y lo que se narra allí es una sucesión de dificultades y sinsabores coyunturales, o bien la profundización de aquello que le escapa a la feliz foto familiar. En algunos géneros, además, esto se suma al retrato detallado de los momentos de diversión, a una clara descripción de la ciudad en este momento y al éxtasis autogestionado, dirigidos a una especie de nueva receptora que se siente interpelada.

Claro que aquí los clichés también existen y los estigmas se reformulan. ¿Pero qué se edita hoy, en la Argentina y en el mundo, bajo el implícito título de “Literatura para mujeres”?

Mujercitas

Para empezar, una novedad de impronta argentina sobrevuela en el viejo y conocido mundo del chick lit. Aquel género rotulado por Cris Mazza y Jeffrey DeShell al publicar su antología Chick lit: ficción postfeminista en 1995 y que conoció la masividad con una periodista gordita llamada Bridget Jones, inventada por Helen Fielding y llevada dos veces al cine y con cuatro amigas neoyorquinas comandadas por otra periodista, Carrie Bradshaw (hechas serie y película). Mujeres automantenidas, de profesiones vistas como creativas y glamorosas –periodistas, diseñadoras de moda– que combinan como finas dosis de un brebaje infalible la realidad de las espectadoras con su aspiración, lo que una generación de mujeres es con lo que quisiera ser. Sus amigas son todo, el amigo gay es la mezcla perfecta de chica y chico, los sueldos son abultados y les alcanzan para comprar zapatos con nombre y apellido; les encanta el sexo y no siempre lo relacionan con el amor, ven pasar candidatos sin sentirse juzgadas por eso. Pero a veces, caen: el patrón apologético de la amistad y del sexo libre se ensombrece un domingo a las 17 pm cuando falta la caricia conyugal, sus trabajos poderosos y envidiables no les dejan tiempo para “lo que realmente importa”, su independencia furiosa las deja insatisfechas y débiles. Ese es, más o menos, el mundo del chick lit, con unas cuantas variantes que se han desplegado en más de 10 años de libros best seller. Y éste sería su ADN: “Me llamo Samantha, tengo 29 años y en la vida he horneado un pastel (...). Lo que sí sé es modificar un contrato financiero y ahorrarle a mi cliente 30 millones de libras”, como dice la protagonista de La reina de la casa, criatura delineada por Sophie Kinsella, autora de la serie Loca por las compras. También están los libros que intentan “educar” el gusto por la moda y por los lugares más exclusivos de las grandes ciudades, como El diablo viste Prada (llevado al cine con el nombre de El diablo viste a la moda) o Las rubias de la 5ta avenida, dos exitazos con protagonistas más y menos huecas, nerviosas y planas. Y sí, una agilidad admirable. Por supuesto, en todos estos casos la paradoja es evidente: si fueran hombres los embanderados en todos los items que defienden estos libros, la crítica censora sería, directamente, punitiva.

Pero queda claro que si la identificación es una de las búsquedas del género, la producción local tenía que hacer algunas adaptaciones. Tal vez es un círculo vicioso: ellas escriben, venden de a montones y pueden seguir manteniendo esa vida tan brillante para contar. Pero aquí, como es sabido, ni la creatividad se paga tan bien ni tampoco, hay que decirlo, culturalmente las mujeres son tan marqueras. Afortunadamente, varias de las novelas argentinas publicadas bajo estas premisas esquivan las características más irritables del género.

Sudamericana ha sacado bajo uno de sus sellos una colección de chick lit local. Florencia Cambariere, editora de la colección, explica las principales diferencias con la importada: “Quisimos hacer chick lit local, entre otros motivos, para lograr una mayor identificación de las lectoras argentinas. Si bien las mujeres del chick lit son posfeministas bastante glamorosas, resulta bastante improbable que alguna argentina use zapatos de 400 dólares como Carrie Bradshaw. Pero, además, una de las diferencias principales es el lenguaje, además del contexto social. En las novelas argentinas hay una apropiación del lenguaje que no es el mismo, hay un código en el lenguaje que es mucho más nuestro. Por otro lado, en las traducciones hay una inverosimilitud que pesa mucho a la hora de leer”.

Casi todas narradas desde una primera persona furibunda, el resultado varía en cuanto a su relación con el cliché y con esa faceta de manual de la mujer independiente que valora la amistad, pero en gran parte para poder hablar con sus compinches de sus aventuras y búsquedas amorosas. Algunas, sin faltar a las pautas, mencionan el aborto o se meten en los temas con mayor dramatismo, pero sin perder nunca decibeles. Todas cumplen con las características del entretenimiento –si no hay primera persona habrá mucho diálogo– y la ambición de llegar a un público tal vez no muy lector. Tenemos que hablar, escrito por la crítica de teatro Celia Dosio, cuenta la vida de tres mujeres insatisfechas que a la misma edad, y habiendo sido compañeras del colegio, viven realidades diferentes: una es madre y está achatada por la vida de ama de casa, la otra es una loba del derecho y la tercera una soltera que sí, busca un novio. En clave más de comedia y con situaciones desopilantes, Los enredos de la srta. Pacman, de Marina Macome, se pasea por distintos registros y plantea momentos extremos.

Verónica Schulman, autora de Sábados de súper acción (con una tapa que muestra la caricatura de una mujer depilándose mientras ve la tele y tiene un pote de helado de compañía), narra en su primera novela el mes a mes de Moro, una estudiante de Letras de la UBA de casi 30 años, muy clase media y psicoanalizada que intenta resolver los verbos problemáticos de su vida: como diría Freud, amar y trabajar. La escritora cuenta que se enteró de la existencia del género después de haber empezado a acumular sus anécdotas relacionadas con el universo femenino y no fue mucho lo que tuvo que hacer para adaptar el anecdotario a una novela costumbrista femenina: “traté de hacer un enfoque diferente de los vínculos. Uno a veces quiere a los amigos y a veces no los quiere, somos complejos. Por otro lado, también aparece mucho el tema de los fracasos amorosos. Eso humaniza al género”.

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